Los siete pecados capitales de la moda masculina actual
Una pequeña lista de errores a evitar a la hora de vestir en pos de una sociedad mejor
Todos sabemos que la búsqueda de lo perfecto nos aleja de lo bueno. Para perder peso, es más eficaz dejar de comer basura que intentar nutrirse exclusivamente de rábano hervido, y, para poner orden en tu vida, un buen primer paso es hacer la cama por la mañana. Para ser un hombre decente, tal vez deberías comenzar vistiéndote por los pies en lugar de elegir gorra para la cabeza. Sirva, pues, esta pequeña lista de pecados capitales a la hora de vestir como mi humilde contribución a la hora de construir una sociedad mejor.
I. Llevar gorra
¿Conocéis a alguien al que le quede bien una gorra? ¡Ni a un calvo! Las gorras siempre tienen el mismo inconveniente: cuanto más te protegen del sol, más vulnerable te hacen al ridículo. Entiendo que lleves una si estás recogiendo fresas en Huelva a 30 grados a la sombra, pero tú eres Enrique Manuel, y sólo ves el sol cuando sacas al perro a pasear. Ten un poco de dignidad y tira esa gorra de cuando ibas a la Universidad. No eres un bateador de los Yankees, sino Perro Muchacho con su gorra de Caja Rural.
Tú crees que te da un toque juvenil y desenfadado, pero en realidad haces pasar un mal rato a tu mujer. Incluso aunque se te caiga el pelo, créeme, es mejor afeitarse y llevarlo con dignidad que parecer el Chapulín Colorado.
Caso a parte son los que, para más inri, llevan una con la visera plana y la etiqueta sin quitar. ¡Están orgullosos de haber pagado por esa mierda! Algunos hasta las coleccionan. Habría que meterlos en la cárcel junto a los que no se la quitan al entrar en algún sitio. ¿Qué haces en el gimnasio con la gorra puesta? Deja de ver películas, que en ninguna de ellas el protagonista es un tontolaba como tú. La próxima campaña dirigida a los jóvenes no debería ser “Di no a las drogas”, sino “Di no a las gorras”.
II. Ser un Jose Mari
Los Jose Mari, también conocidos como cayetanos, son una de las tribus urbanas más deleznables que existen. Visten prendas de calidad y caras, pero usando las paletas de colores más repulsivas que existen. Llevan chinos rojos o verdes, camisas rosas, la pulserita de España, el jersey a los hombros y zapatitos náuticos. Están orgullosos del dinero de sus papis, y quieren mostrárselo al mundo. Pero, Jose Mari, hazlo al menos con dignidad. Te crees un chico Ralph Lauren, pero luces como un monaguillo de Ciudad Real. Tu perfecta mezcla de amaneramiento y nacionalcatolicisimo chabacano nos dan ganas de vomitar.
III. Embutirse en unos pantalones pitillo
La liberación de la mujer ha hecho que su armario, gracias a Dios, se haya masculinizado. Pantalones, trajes, cómodos zapatos… la mujer actual cuenta con un enorme arsenal de prendas cómodas y elegantes con las que ir vestida de forma apropiada en cualquier situación. Sin embargo, la indumentaria del hombre se ha ido haciendo cada vez más femenina hasta adoptar el pantalón vaquero pitillo. Ésta es la verdadera pandemia, porque contra el mal gusto todavía no hay vacuna.
Los marifloros que los llevan tardan al menos diez minutos en entrar dentro de ellos, y su tejido y nula holgura les incapacita para realizar cualquier tarea. Son hombres florero atrapados en una cárcel de algodón. El corsé del siglo XXI. Ellos creen que llevarlos realza su figura o que les hace más altos tal vez, pero todos sabemos que parecen una gallina pita. Algunos tienen las piernas tan delgadas que parecen un muñequito hecho con ramitas secas a punto de romperse. ¿Cómo pretenden ligar así? Cualquier mujer evitaría sentarse encima de ellos por miedo a que exploten o a que crujan como una tabla apolillada.
IV. Ir con el pantalón “cagado”
Ir embutido en un pantalón está mal, pero llevarlo por debajo del culo debería ser hasta denunciable. Tal vez te creas muy alternativo y reivindicativo, pero lo único que pides es un ingreso en prisión por vago y por maleante. A lo largo de la Historia el hombre a buscado dignificarse a través de la ropa. ¡Lo primero que hizo Adán fue taparse! Pero estos seres sólo pueden concentrarse en respirar. Sus atrofiados cerebros no dan para nada más. Ya das bastante el cante escuchando Don Omar por la calle con tu maldito altavoz como para que encima vayas con los pantalones cagados. ¿No crees? Es que esto ya es hacer el mal por el mal, Luis Fabián. Quiérete un poco o escóndete mejor, por favor.
V. Llevar tus cosas en una riñonera
Lo entiendo. Haber seguido fielmente todas y cada una de las modas propuestas por la industria te han convertido en la Barbie y, claro, has heredado sus problemas: necesitas un bolso. En esos pantalones tan apretados no hay espacio para la cartera. ¿Pero en qué momento creíste que era una buena idea meterla dentro de una riñonera? Encima la llevas cruzada al hombro. No sabemos si llevas ahí unas pegatinas antisistema, el popper o los porros; pero todos sabemos que de ahí no puede salir nada bueno. Por favor, tírala y líbranos del mal. Créeme que es mejor llevar la dignidad encima que la cartera y las llaves.
VI. Taparse con capucha
Este apasionante fenómeno ha sobrevivido durante más de mil años de forma casi inalterada hasta nuestros días. Desde el campesino medieval, que ocultaba con vergüenza su lastimosa situación, hasta el bobo sigue modas de nuestros días que, gracias al progreso social, ya sólo necesitan cubrir su inseguridad.
Te crees que ir vestido con una sudadera con capucha te da un toque de chico malo e interesante, pero lo único en lo que pensamos al verte es en si tenemos algo cambiado para darte. “Ay, es que es muy calentita la capucha”, dirás para justificarte. Pero no nos engañas, vulgar mentiroso. No te refugias del frío, sino de la mirada ajena. ¡Jamás confíes en alguien que va tapado con una capucha! Todos ellos albergan en su subconsciente la vergüenza y el rencor de aquellos pobres siervos de la Europa feudal.
VII. Arreglarse más que tu novia
Que te preocupe tu aspecto físico y tu forma de vestir está genial. Pero hay límites, Luis Alberto. Cuando llegas a tu cita con las cejas depiladas como Cleopatra, medio litro de Acqua di Gio, 4 anillos del Zara, un reloj de 48 mm y una bufanda de cachemir, lo primero en lo que piensa la chica es en huir o fingir un desmayo y que la saquen de allí. Te crees un tipo con estilo y que se cuida, pero en realidad aparentas que te quieres demasiado porque en realidad te aborreces. La elegancia es algo natural, y tú, querido Luis Alberto, eres natural de Potes. No te esfuerces tantos eligiendo complementos y comprando en el Pull & Bear cada dos por tres, que tu problema no es la ropa, sino abrir la boca.
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Querido Félix. A pesar de no pertenecer al género masculino, agradezco mucho estas recomendaciones destinadas a encaminar la descarriada actual sociedad. Sin embargo, me temo que discrepo en una de tus ideas, desde mi más modesta posición heterosexual. Si bien pienso que los pantalones pitillo extremadamente ajustados son un insulto al cuerpo masculino, algunos modelos sientan bastante bien a determinados chicos. En cuanto al resto, estoy totalmente de acuerdo, sobre todo con el tema 'gorra' que parece que es el que más te atormenta a ti por colocarlo en primer lugar. Un fuerte abrazo de tu fan número 2.